
Me sentí muy contenta luego de haber plasmado la experiencia de un día de mi vida. Disfruté pensar y solucionar los retos de imaginar imágenes (valga la redundancia) y tomar decisiones sobre qué detalles dejar y cuáles omitir. Hubo aprendizajes de todo tipo, por ejemplo, no tenía una buena cinta y el pegar las capas de papel en la pared fue engorroso. Fue fácil no tener que pensar en colores. Y al dibujar cuerpos, aprendí que la posición del círculo que representa la cabeza dice todo de la orientación.